jueves, 21 de enero de 2010

Catástrofes

Lo de Haití deja otra vez con el culo al aire a los estados occidentales, a las ONGs y un poco a todos los humanos, que integramos esas y otras organizaciones absolutamente inútiles y obsoletas.
Resulta que no hay medios para poder repartir agua y alimentos en la zona. Somos capaces de enviar un par de sujetos a la luna, de explorar las profundidades del océano o de invadir un país extranjero en cuestión de veinticuatro horas si económicamente compensa. Los americanos pueden sobrevolar con sus aviones y helicópteros de última generación el escenario de una masacre como este terremoto (como de hecho están haciendo) para advertir a los supervivientes, con potentes y caros equipos de megafonía, que no se les ocurra intentar llegar en pequeñas embarcaciones o incluso a nado hasta los USA, porque les detendrán y les devolverán al hambre y a la miseria. Podemos gastar increibles cantidades de dinero en un acelerador de partículas que quizá nos permita averiguar detalles sobre el Big Bang, podemos entregar miles de millones de euros a los bancos para salvaguardar nuestro absurdo, anacrónico y esclavista modelo económico, o reunir a veinte mil ejecutivos de alto nivel en Dinamarca para que no hagan absolutamente nada por evitar el cataclismo ecológico al que parecemos inevitablemente abocados.
Pero no podemos simplemente llevar una botella de agua potable y un bocadillo a quienes lo han perdido todo y pueden morir de hambre en pocas horas, ni garantizar la seguridad de un pequeño país arruinado y hambriento.
Menos mal que soy un mono, porque si fuera humano, habría llegado el momento de devolver el carné.