lunes, 22 de febrero de 2010

Trampas del lenguaje I



Hoy inauguramos una nueva sección, que se va a llamar “Trampas del lenguaje”. Se trata de intentar aclarar lo que en realidad quieren decir algunas palabras o expresiones que aparentemente dicen otra cosa. Esta forma de manipulación, por supuesto, como casi todo, se hace para algo, y creemos que desenmascarar el engaño dialéctico puede ayudarnos a comprender quienes y porqué nos tienden estas trampas.
Vamos a empezar con una tremendamente obvia y con la que caben pocas bromas, con lo que nos gustan: el daño colateral.
El origen de la cruel ironía de llamar daños colaterales a las víctimas inocentes de una guerra, se atribuye al ejército de EEUU en Vietnam, seguramente para no tener que hablar de civiles asesinados con absoluto desprecio del IV Convenio de Ginebra, relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra.
Desde entonces hasta hoy mismo, día en que más de treinta civiles afganos han muerto por un ataque de las fuerzas de la OTAN al confundirlos con insurgentes, esa expresión se ha instalado definitivamente entre nosotros, y ahora se maneja con soltura incluso para justificar acciones militares en las que se sabe de antemano que morirán civiles inocentes ajenos al conflicto, incluyendo mujeres, niños y ancianos.



Suponemos que los niños soldado que luchan a su pesar en muchos países, sobre todo africanos, las violaciones masivas de mujeres y niñas que no hace tanto tiempo se han dado también en algunas zonas de Europa, la destrucción de cosechas, viviendas, hospitales y hasta cementerios que padecen los habitantes de territorios invadidos o en guerra, acabarán considerándose también daños colaterales.
Resistamos a esta invasión del eufemismo políticamente correcto que sirve a los intereses de los asesinos y de los comerciantes de la muerte. Que un niño quede mutilado de por vida por una bomba lapa fabricada en nuestra civilizada Europa no es un daño colateral, es una salvajada injustificable que debería avergonzarnos profundamente, un repugnante crimen de guerra y nada más.
Por otra parte, la palabra “colateral” no tiene en castellano, según el DRAE ninguna acepción equivalente a esta que estúpidamente hemos importado del inglés. En nuestro idioma, viene siendo: “Dicho especialmente de las naves y de los altares: Que están a uno y otro lado de otro principal.” Y también: “Dicho de un pariente: Que no lo es por línea recta.” Y el único efecto (no daño) colateral que refleja ese diccionario corresponde al ámbito médico, lo que aporta la ironía final que a pesar de todo suelen conllevar las trampas del lenguaje.

2 comentarios:

ami dijo...

Como segunda trampa del lenguaje te propongo el eufemismo "políticamente correcto" que ya citas en este texto.
La interpretación que ami hace de daños colaterales es: Serán hijos de la gran chingá los asesinos estos.

Miguro dijo...

Muy interesante y realista sección, si señor...

Y es que somos unos salvajes. Los africanos no están menos civilizados que nosotros, simplemente tienen menos oportunidades.

Nosotros mismos somos nuestros perores enemigos...

P.D: Muy buen tema ;)