domingo, 27 de noviembre de 2011

Democracia y elecciones.



Pasadas las elecciones, solamente unas breves reflexiones de este primate sobre como son las cosas en este simulacro de democracia que nos venden.

Tomemos como ejemplo una comunidad autónoma con cuatro provincias y solamente tres partidos políticos representados, más que nada para simplificar las cuentas, que a los simios no nos gustan mucho las calculadoras. Hablemos pues de Galicia.

Si partimos del total de posibles votantes según el censo electoral (2.307.401 humanos) y restamos abstención, votos nulos, en blanco y a candidaturas que no obtuvieron representación, resulta que los que podríamos llamar votos aprovechados, los de partidos que tendrán algún diputado (1.490.244 entre PP, PSOE y BNG), indican que solamente un 64,58% de quienes votaron pueden sentirse representados.

Si tenemos en cuenta que el PP arrasó, en todas partes, pero aún más en Galicia, y que con sus 15 diputados de un total de 23, no solamente tendría mayoría absoluta, sino casi también mayoría de 2/3, o sea, que podría hacer lo que le viniese en gana durante toda la legislatura, lógicamente habremos de deducir que los únicos votos decisorios son los 855.732 que obtuvo este partido de “centro”, es decir que todo lo decidirá la formación a la que votó un 37,08% de los electores.

Para el total nacional, este porcentaje baja al 31,60%, O sea, que menos de uno de cada tres deciden quien nos gobernará, de entre las dos únicas y penosas opciones posibles.

Finalmente, para no cansar: en la práctica, como ya vimos con González, Aznar y Zapatero, a partir de ahora solamente habrá un jefe, cuyo liderazgo resultará indiscutible entre los suyos, que forman un partido solo teóricamente democrático, de esos en los que quien se mueve no sale en la foto. Esa es otra más de las inquietantes semejanzas entre los dos únicos partidos que pueden gobernarnos.

De manera que, resumiendo, tres de cada diez han decidido poner a Rajoy de monarca absoluto los próximos cuatro años, para que reine sobre nosotros en nombre de la banca y los mercados y con la bendición de la conferencia episcopal.




Si tuviésemos que elegir entre esta cosa y la democracia auténtica, la griega original, en la que ya de entrada se excluía a mujeres, esclavos, no emancipados y demás seres inferiores, reservando los derechos políticos solamente para los cabezas de familia, a lo peor aún salían ganando ellos.

No hay comentarios: